Penúltimo día en Kyoto y último en el Hotel Monterey. ¿Por qué? Pues ocurre que en Japón existe un tipo de alojamiento llamado ryokan, que no es más que un hotel chapado a la antigua en versión lejano oriente. Como no podía ser menos, la última noche que vamos a pasar en Kyoto (una de las ciudades que mejor guarda el regustillo del Japón del período Edo) la pasaremos en un hotel de este tipo llamado Watazen Ryokan.
Llegados aquí nos ocurre lo siguiente: el check-out del Hotel Monterey es a las 11:00 mientras que el check-in en el Watazen Ryokan no es hasta las ¡¡¡16:00!!!. Preguntamos en el Hotel Monterey si podemos quedarnos unas horitas más en la habitación y nos responden que "hai", que "of course", pagando 1050 yenes por cada hora extra de estancia.El plan B fue hacer nuestro check-out a las 11:00 como niños buenos y pedirles que amablemente custodiaran nuestro equipaje en recepción hasta eso de las 15:30. Domo arigato gozaimas y esas cosillas y dejamos nuestras maletas bien cuidadas por los samuráis del Monterey.
Con toda la mañana por delante nos dirigimos a ver el Castillo de Nijo (600 yenes/persona), creado por el shogun Tokugawa Ieyasu en el 1601 como símbolo de la riqueza y del poder (y para fardar ante las nenas) del shogunato. El castillo tiene actualmente unos 275.000 metros cuadrados de los cuales 8000 están ocupados por edificaciones (tela pa limpiar eso). El castillo está rodeado por un foso que circunda una gran muralla que guarda en su interior muchos jardines. Las edificaciones tras las murallas se dividen en dos complejos: el complejo Ninomaru y el complejo Honmaru.
El complejo Ninomaru y se compone de: la puerta Karamon de estilo chino, la entrada al palacio con decoración de aves y flores, el shikidai (las salas de recepciones), el ohiroma ichi-no-ma (la primera gran sala), el kurosoin (el despacho negro) y el shirosoin (las dependencias del shogun). El estilo de todo es complejo es ostentoso en la decoración y clasista en su organización. Las habitaciones de recepción de visitas están decoradas con mayor o menor lujo dependiendo del rango de los visitantes que se iban a recibir en ellas. Todas ellas están decoradas con pinturas de la escuela Kano, pudiéndose diferenciar el uso de cada habitación por la temática de las pinturas de sus paredes
El complejo Honmaru está cerrado al público, así que no pudimos verlo.
Corre que te corre pillamos un JR hasta el sur de Kyoto a ver el santuario Fushimi Inari Taisha (gratis). Este santuario del año 711 se dedicó inicialmente a las deidades que protegían las cosechas de grano, por lo que pronto se empezó a llenar de regalos de campesinos que pedían la protección de sus cultivos. El santuario está lleno de imágenes de zorros, mensajeros de Inari la deidad de los cereales, que portan en su boca las llaves de los graneros de arroz.
Tenían la sana costumbre estos campesinos de que los regalos que donaban al santuario eran siempre en forma de torii (esas puertas rojas tan majas que ponen los japos camino de sus lugares sagrados), grabadas con el nombre de quién las regalaba. Con el tiempo la protección de estas deidades se extendió a el augurio de buena fortuna en los negocios en general, por lo que el abanico de público se abrió y el número de toriis regalados incrementó exponencialmente. Si no hay 200000 torii, no hay ninguno. Y cada uno diferente al anterior.
El mayor atractivo del santuario es que esta cantidad ingente de toriis se han colocado uno tras otro a unos 20 cm. de separación entre sí, a lo largo de todos los senderos que comunican los diferentes altares de todo el recinto.
El número total de toriis no está disponible, pero el tiempo medio de recorrido a pie de todos los senderos cubiertos con toriis es de 2 horas.
No acabamos el recorrido de toriis porque ya daban las 14:30 y teníamos que salir en dirección Kyoto, parando para comer udon con curry (¡qué locura de buenos!) y soba cerca del hotel antes de hacer el trasvase de maletas al nuevo Watazen Ryokan.
Lo fundamental del ryokan es que las habitaciones son de estilo tradicional japonés: suelo de esterilla, paredes de papel y futones para dormir. Además de esto el hotel tiene en su planta baja un onsen (baños comunales japoneses), te hacen una especie de ceremonia del té en tu habitación cuando te reciben, vas por ahí en pijama japonés y chancletas aireando los cataplines, te dan de desayunar el desayuno típico japonés (pescado, arroz, algas, tortilla, sopa de miso y movidas de colores) y, para romper un poco con el tonillo Edo, tienes wifi junto a la recepción en la 1ª planta.
Bebido el ceremonioso té servido por la japonesa nos dirigimos a una cita que no podía faltar: el Museo Internacional del Manga de Kyoto (500 yenes/persona). No tenemos fotos, pero el sitio es estupendo para todo friki de los cómics y hubiera sido genial si supiésemos japonés. Los orígenes del manga se pueden remontar al período Edo con los grabados ukiyo-e (siglo XVIII) como predecesores históricos. Estos grabados fueron desarrollándose hasta la actualidad. Se designa al creador Osamu Tezuka como el padre del manga tal y como lo conocemos.
El sitio contiene una serie de exposiciones muy ilustrativas sobre la historia del manga, dibujos de autores famosos y, si hubiera sido fin de semana, habríamos podido ver a alumnos de la escuela de artes de Kyoto enseñando a dibujar manga. Lo verdaderamente excepcional del museo es la colección permanente de manga de todas las clases, que incluye colecciones completas de las obras más representativas del manga desde los años 60 hasta la actualidad. Todos estos mangas están a libre disposición del visitante para ser leídos dentro del recinto (no se prestan), en cualquiera de las múltiples salas de lectura que el recinto alberga (cafetería incluida). La pena es que la colección en inglés es pequeña comparada con la japonesa, y la española es más anecdótica. Pero ahí estamos, ocupando dos columnas de una estantería en un museo de Kyoto con las ediciones glenat y compañía.
Unas comprillas incluyendo cena para llevar (teníamos antojo de carne pero camino al hotel sólo encontramos un McDonalds) y de vuelta al Ryokan.
Nos pusimos nuestros pijamillas japos y huevecillos al aire hicimos la colada, tomamos un té y bajamos a los onsen. Pitu tuvo que lidiar con unas señoras japonesas que pululaban por el baño femenino mientras yo tuve la suerte de no coincidir con nadie y poder aprovechar todo el espacio del baño de aguas termales para mí solo. Al parecer hay muchos manantiales de agua subterráneos en Kyoto, de los cuales el agua emerge a altas temperaturas debido al calor del subsuelo. De todos estos manantiales se surten las aguas de los diferentes onsen repartidos por toda la ciudad.
Ya relajados nos fuimos a la cama que al día siguiente tocaban diana a las 8:30 para el desayuno japonés y a las 10:00 había que hacer el check-out para viajar a Osaka.
2 comentarios:
Por fin sabemos de vosotros ¡Qué largo se nos hizo el día de ayer!
Cuando leáis este comentario seguramente estaréis a punto de salir para Osaka.
¿Es esta la última escala?
Creo que en esta ciudad hay un museo Nintendo ¿es así?
Las fotos siguen siendo preciosas. Y vosotros dos mucho más.
Muchos besos de los cuatro papis y... sayonara
Por fin sabemos de vosotros ¡Qué largo se nos hizo el día de ayer!
Cuando leáis este comentario seguramente estaréis a punto de salir para Osaka.
¿Es esta la última escala?
Creo que en esta ciudad hay un museo Nintendo ¿es así?
Las fotos siguen siendo preciosas. Y vosotros dos mucho más.
Muchos besos de los cuatro papis y... sayonara
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