Llegamos hoy 13 de abril de 2010 a Tokio después de unas 16 horillas de vuelo con escala en Helsinki. Lo bonito de volar en el sentido positivo de los usos horarios es que tu avión le echa una carrera al sol que te permite, entre otras cosas, disfrutar de una maravillosa puesta de sol a chorrocientos mil pinreles de altura sobre la estepa rusa.
Lo malo es que llegas a Tokio reventao y resulta que allí son las 10 de la mañana y tienes todo el día por delante para visitar la ciudad mientras notas cómo crecen tus ojeras.
Algo muertos de hambre hemos disfrutado de nuestros primeros manjares en Tokio como si del maná de los dioses se tratase. No es que fueran una maravilla (bueno, barato y japonés suelen ser conceptos excluyentes entre sí), pero cualquier cosa es mejor que lo que un finlandés puede ofrecerte dentro de un avión. Comparen ustedes mismos:
Tras jugar al pilla pilla con el hotel nos instalamos y pusimos rumbo a Akihabara: el barrio freak de Tokio (expresión redundante donde las haya, ya que es casi como decir "la parte grasienta del chorizo" o "el perfil malo de Belén Esteban"). No debe haber lugar en el mundo más peculiar que Akihabara, donde los comercios de elecrónica y ocio electrónico se pisan los unos a los otros con ofertas a pie de calle a base de megáfono, sintonías pegadizas y precios tax-free. Ni que decir tiene la cantidad de Caballeros del Zodíaco que van a caer por este barrio en los días venideros.
Más allá de los muñecajos y las personas llenas de granos, el ambiente de Akihabara se funde a la perfección con la pseudo-pornografía animada que campa a sus anchas por todas las tiendas. Tal es la aceptación del erotismo femenino dentro de la sociedad japonesa que hoy hemos podido visitar un bar "maid", que es un tipo de local donde sus empleadas van vestidas como si de muchachuelas de manga se tratasen. El servicio de estas muchachas se centra en tratarte como si fueran tus sirvientas, hablarte 4 escalas por encima de su tono normal, agacharse de tanto en cuanto y dar charla al impasible personal abundantemente masculino que puebla el local. Te cobran hasta por respirar pero oye, es increíble presenciar hasta dónde necesitan llegar algunos japoneses para entablar una conversación con una mujer. Una experiencia enriquecedora y agradable, después de todo.
Retirada temprana que aún no hemos dormido una sola noche en Japón y ya estamos saturados de neones, musiquillas, mamellas de plástico y camareras de dibujitos animaos.
Mañana será otro día.
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