En Ueno está el parque de Ueno (sí señor), uno de los mayores de la ciudad y donde se encuentra el Zoo de Tokyo y una buena ristra de templos budistas y altares sintoístas.
El santuario Tosho-gu pertenece al período Edo y fue fundado por el shogún Tokugawa Ieyasu, que era de la familia Tokugawa que creó el gobierno Edo, instauró el sistema feudal por castas que duró hasta el siglo XVIII y, mayormente, partía el bacalao en la época (por cierto, Edo no es sólo el nombre que recibe el período histórico sino que, a su vez, es el antiguo y original nombre de la actual capital Tokyo).
Este santuario contiene una gran colección de linternas de cobre (de tamaño mayor que un hombre, no creáis), regaladas por los shogunes de los distintos territorios del Japón Edo a la familia Tokugawa para rendir tributo (dar cera, pulir cera, Daniel-san). El santuario al completo está considerado tesoro nacional y ante su altar se pueden realizar oraciones y donaciones. El método para orar es el siguiente: Te acercas al altar y te inclinas levemente mostrando respeto, echas una moneda al altar (ejem, ejem), tocas una campana de cascabeles muy maja, te vuelves a inclinar pero agachando más la cabeza, tocas las palmas dos veces (ole!) y vuelves a inclinarte levemente para luego marchar. Qué majos estos japos.
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Tokyo, capital de Japón, se escribe en caracteres occidentales de la siguiente forma: Tôkyô (en realidad se escribe con guiones sobre las oes, pero no encuentro ese carácter en mi teclado). Los acentos en la oes señalan que la pronunciación de dichas vocales debe ser el doble de larga que una vocal sin acentuar, por lo que a partir de ahora, muchachada, cuando leáis dicha palabra quiero que lo hagáis de la siguiente forma: Tookyoo. Así me gusta. **/
La pagoda del santuario Tosho-gu apenas pudimos verla ya que se encuentra en el recinto del Zoo y preferimos no perder tiempo en visitarlo. En su lugar nos dirigimos a la gran pagoda budista, también dentro del parque Ueno, con forma de campana invertida y una cara gigante de buda a su lado, único resto del gran buda que yació en el lugar con anterioridad.
A su lado el santuario Gojo, precedido por un precioso camino de entrada cubierto por un pasillo de torii y engalanado con multitud de pequeñas estatuas del zorro Inari vestido de rojo. En el altar de este santuario también se podía orar, pero dos veces al día ya es abusar. Además, aquí no había campana...
El siguiente paso ha sido visitar el estanque Shinobazu, lago cubierto de bambú que rodea en forma de donut al santuario Benzaiten. También disfrutamos de la sala budista Kiyo-mizu, perteneciente al templo budista Kanei-ji que se hallaba en el parque y del cual es el único testimonio que queda.
La última parada en el parque fue ante el monumento a los guerreros samurai Shogi Tai. El parque Ueno fue testigo de la batalla de Ueno (como no podría ser de otra forma), que se lidió al final del período Edo. El período Edo acabó con la reunificación de Japón por parte del ejército del recién llegado emperador, que desafió y venció a todos los shogunes que se repartían el territorio japonés ganando el control de todo el país y eliminando de esta forma el sistema de castas y el gobierno regional que supuso el período Edo. La batalla de Ueno se libró entre el ejército reunificador del emperador contra el ejército del shogun de Ueno. El imperio ganó y, en memoria de todos los samuráis del shogun muertos en la defensa de Ueno se erigió este monumento que consta de dos lápidas conmemorativas. Al lado de este monumento se puede ver la estatua de Saigo Takamori, el verdadero (the one and only) último samurái, caminando junto a su perro. Este samurái fue el que lideró la rebelión contra el emperador cuando éste decidió abolir todos los privilegios de la casta samurái heredados del antiguo gobierno Edo (la casta samurái era la más privilegiada justo por debajo del shogún). La rebelión de Takamori, que luchó también con un ejército armado con armas de fuego, fue detenida por el ejército del emperador y Takamori fue herido de gravedad en la última batalla, no quedando constancia sobre su fallecimiento y dejando así un halo de misterio sobre el final de su vida. Tom Cruise protagonizó una película que ni fú ni fá, pero su dinero hizo, oiga...
Nos damos un garbeo a pie hasta Asakusa y disfrutamos del variopinto mercadillo a plena luz del día sin dejar de fichar el sitio donde almorzaríamos un par de horas más tarde. A todo esto, el paraguas aún no se ha necesitado en todo el día y el sol va despuntando a medida que andamos hacia Asakusa. Toca día de suerte hoy porque recién llegados al mercado nos pilla por banda una procesión de gente disfrazada a la antigua que rodea al mercado. Todo muy divertido.
Allí hemos aprovechado para ir de compras y probar un pincho de algo-que-parece-tofu-con-sabor-a-soja y un helado japonés. Muy rico y cremoso el helado, al estilo de los americanos, pero sujeto a una curiosa normativa municipal que prohíbe comer helados en la calle. Cosas del emperador: a tomar por culo samuráis y prohibido comer helados en la calle. Tiene sentido.
Como hay centímetros de nuestro cuerpo que aún no tienen agujetas decidimos ponernos tibios de gyozas en un sitio baratejo para reponer fuerzas antes de seguir andando hasta la extenuación. Curioso el sitio ya que llamabas a los camareros con un botón con el letrero "call" situado en el servilletero. Más curioso aún, ¿sabéis que los aseos en Japón necesitan estar enchufados a la corriente eléctrica para funcionar? Si habéis hecho clic en el enlace ya sabréis por qué.
Bien repuestos nos calzamos 30 minutejos de JR hasta el barrio de Shinjuku, donde te alegras de haber estado y de no volver jamás. La estación JR de Shinjuku es la más concurrida de todo Japón. Tiene un centro comercial (ojo, no digo tiendas, digo centro comercial con varias plantas, múltiples secciones y muchos ascensores) bajo tierra y conecta transporte en JR con metro, shinkansen (tren bala), autobús y líneas privadas de tren. Sólo le falta un aeropuerto.
Shinjuku es la zona de los rascacielos. Las construcciones desproporcionadas se intercalan con vías de tren y calles trazadas casi al azar y con viviendas pequeñas colocadas con cierto desorden. Si no hay 30 rascacielos en Shinjuku, no hay ninguno. Allí nos dirigimos, no sin dar un pequeño gran rodeo marca de la casa, al edificio Sumitomo. Este rascacielos de 52 plantas está abierto al público y consta de un centro comercial en su interior y un mirador gratuito en el piso 51. Tarda menos el ascensor del Sumitomo en subir del primero al cuadragésimo octavo que el ascensor del hotel en llegar a la octava planta. Palabra. Las vistas desde arriba son preciosas y agradecemos personalmente al arquitecto que no se sumase a la fatídica moda de poner los ascensores en el exterior de las fachadas con vistas a una muerte segura. Arigato gozaimas, catacracker.
Ya son las 18:00 de un día de sol y frío, mucho mejor que ayer y con vistas a mejor tiempo. El cansancio nos grita que volvamos al hotel pero mi señora y yo sabemos que ha llegado la hora de las mamellas, así que nos dirigimos a Akihabara por tercera vez en el viaje. Esta vez vamos a tiro hecho y como no podía ser menos caen otro par de Caballeros del Zodíaco con un tercero de regalo, por aquello de no quedarse uno con el resquemor. Os los presento.
¿Quién va a fijarse en mamellas con tanto muñecajo freak y tanta tecnología tirada de precio saltándole a la vista? Las tiendas de electrónica de Akihabara son un universo aparte y, si nos lo hubieran contado, jamás habríamos creído que esto era cierto. Comprar en este barrio da gusto: las tiendas de electrónica están plagadas de dependientes extremadamente atentos y amables que no dudan en atenderte el tiempo que haga falta y en dejarte probar cualquier cacharro que tengan a la venta. Te avisan de cualquier detalle que se te pueda pasar por alto y que pueda acarrearte problemas y, para colmo, te despiden con reverencias y no paran de canturrear domo arigato gozaimas hasta que sales por la puerta del local. Esperamos no volver en lo que queda de viaje, de lo contrario, reviento la tarjeta!!!
Mayormente esto viene siendo todo lo que había que contar. Mañana será otro día y, si el tiempo lo permite, lo disfrutaremos al máximo para luego poder contároslo por aquí con todos los añadidos ficticios pero enriquecedores de los que solemos hacer gala.
PD: Hemos cenado a lo gourmet en el hotel: baguette de pan con camembert. Quién nos iba a decir que eso iba a suponer un lujo...
3 comentarios:
nos alegramos mucho que el tiempo os haya acompañado;Sentimos los remojones que sufristeis ayer.Nos hemos acordado mucho de la 1ª semana de la boda y para celebrarlo nos hemos ido Isabel, papá y yo a comer al centro a "El Buscón". Mañana vamos a visitar el palacio de Linares los 4 y después a comer el arroz caldoso; pasaremos el día juntos.
Nos acordamos mucho de vosotros (a todas horas y minutos).Me dice Isabel que ya os quiere ver aquí (es broma) disfrutar mucho.
Besos de los papis y de Ioga y de Noa a quien le han quitado su abriguito.
Aghhh, pero cuenta que estas comprando de tecnologia por dioxxxxx, que me muero de la curiosidad :P
Veo que lo estais pasando genial, ya nos contareis detalladamente a la vuelta que tal fue todo :)
Besos para los dos de parte de Cris y mia!
Jose
Sólo te dijo que si entrases en una de estas tiendas te daría un infarto!!! Aquí en Japón la tecnología literalmente sobra, así que puedes encontrar en Akihabara tropecientas tiendas pequeñas que exponen componentes de ordenador como si de fruta se tratase: apilados en cajas fuera y dentro de la tienda. Puedes entrar en la tienda y escoger todas las partes de ordenador que quieras para montártelo en tu casa. Tienes cosas nuevas y de segunda mano, a tu gusto. Desde luego a mi me parece espectacular. Abrazos!!!
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