Hace un día espectacular en Kyoto y, como aquí los JR no te sirven para moverte por la ciudad, decidimos que parece una gran idea alquilar un par de bicicletas para cruzar la ciudad de sur a norte, atravesando el barrio de Higashiyama.
Descubrimos por internet que tenemos una agencia de alquiler de bicis a 5 minutos andando del hotel y allá que vamos: a pagar 2000 yenes por un par de bicis que debemos devolver antes de las 19:00. Inmejorable. Además, de pura casualidad, entre el hotel y la agencia de alquiler de bicis encontramos el templo Rokkaku-do escondido entre grandes edificios del centro.
Kyoto fue la capital de Japón desde el 794 al 1868, fecha en la que nuestro divino amigo el emperador Meiji se apuraba en occidentalizar el país (ya sabéis, lo del bocata de nocilla y el tintorro peleón). El traslado de la capital a Tokyo fue una de las decisiones que formaron parte del período conocido como la Restauración Meiji. Este período tan revolucionario para el país (daos cuenta de que la revolución la empezó el propio emperador) incluyó en uno de sus episodios la batalla de Toba-Fushimi, que tuvo lugar en los suburbios de Kyoto entre las fuerzas del emperador y los partidarios del Shogunato. Muchos de los templos que hemos podido ver hoy carecen de algunas estructuras y edificios que fueron parte de los mismos ya que se perdieron durante el transcurso de esta batalla. La segunda gran guerra sufrida por Japón en su territorio fue la 2ª Guerra Mundial. Por suerte, Kyoto fue una de las pocas ciudades no bombardeadas por el bando aliado debido al patrimonio cultural tan apabullante que esta contenía.
Higashiyama es el barrio que mejor conserva la estampa del Kyoto más tradicional y en el se hallan muchos de los templos y santuarios más bonitos de la ciudad. El barrio se sitúa al este de Kyoto, por lo que debemos cruzar la ciudad desde el oeste en bici antes de llegar a nuestro punto de partida: el sur de Higashiyama. Para ello atravesamos el río Kamo, que corta la ciudad de norte a sur y ofrece un agradable paseo a lo largo de sus orillas.
En el sur de Higashiyama empezamos nuestro periplo por el templo sin nombre señalado en el mapa ni indicado en ningún cartel. Aquí dejamos las bicis aparcadas con un rudimentario candado por primera vez en nuestro itinerario, con el consiguiente resquemor provocado por el pensamiento de qué tan majos son los japoneses con las bicis ajenas. Resulta que son muy majos (o nuestras bicis muy malas).
Este templo está situado a los pies de la montaña que corona el templo Kiyomizu-dera, la verdadera atracción del barrio y el templo más espectacular de la ciudad. Este curioso templo es propiedad de todas las sectas que se profesan en la ciudad y fin del camino para muchos peregrinos que vienen al templo para rezar a la deidad de 11 cabezas Kannon y a beber del agua sagrada que mana de un manantial en el interior de la montaña. Al estar en la cima de la montaña, Kiyomizu-dera tiene una terraza muy grande hecha entera de madera (¡sin ningún clavo!) con unas vistas de Kyoto espectaculares.
Con la esperanza de caerle mejor a la deidad de este templo que a las de Nikko, he bebido del manantial sagrado después de hacer cola tras una fila de nerviosas colegialas japonesas.
De vuelta a por la bicis aparcadas convenientemente junto a unos meaderos, nos dirigimos a ver al Ryozen Kannon, una figura a lo buda de unos 24 metros de alto construida a la memoria de los japoneses caídos en la 2ª Guerra Mundial (¿he oído Adolf?) y consagrada a la construcción de un Japón pacífico.
Nos dan un par de barritas (más bien barrotes) de incienso en la entrada para dedicárselas a Kannon y acto seguido entramos por su parte trasera (su culo, sí) para ver una pequeña exposición de figuras y pequeños altares. En el recinto colindante a la estatua vemos la bola de los deseos, de la que se dice que es capaz de conceder tus deseos si das tantas vueltas a su alrededor como deseos tengas mientras la tocas con tu mano derecha.
Al lado de Kannon entramos al templo Kodai-ji, construido en 1605 por la viuda de Toyotomi Hideyoshi con la financiación (no sabemos si desinteresada) del Shogun Tokugawa Ieyasu. Éste templo adolece de haber perdido algunos edificios en el transcurso de su historia, pero aún así su legado a día de hoy es muy bonito. Aquí pudimos pasear por dentro de sus edificios (depositando nuestros zapatos en una bolsa de plástico por cortesía del templo) y por el bosque de bambú.
Pitu, en su afán de integrarse con los lugareños, ha decidido regalar nuestro mapa de la ciudad a una paisana que visitaba el templo, la cual se lo ha agradecido con una calurosa reverencia. Tras esto, ha decidido mimetizarse con un bambú durante un corto período de tiempo del que tenemos evidencias gráficas.
Al salir del templo hemos manoseado alguna estatua budista como Temmangu Ox, Mani Wheels e Hideyoshi y Nene. La primera es la figura de una vaca que es una mensajera de Tengin-sama, una deidad sintoísta, de la que se dice que aliviará tus pesares al llevarlos por ti. Las segundas son unos cilindros que dan vueltas sobre sí mismos y que contienen el corazón de Sutra. Hideyoshi y Nene son las estatuas conmemorativas de la viuda Nene y su marido a la memoria del cual se construyó el templo. Su imagen se dice que desea felicidad a los matrimonios. Éstas son sólo una muestra de las muchas estatuas que hay repartidas por toda la zona circundante al templo Kodai-ji, a las que se debe tocar con la mano derecha o ambas manos si se desea obtener beneficio de ellas.
Subimos la calle Nene no Michi y pasamos por el templo Korin-in para ver a Hotei, una deidad de la buena fortuna. Más pedaladas y vemos fotografiamos a la impresionante pagoda Yasaka.
Parada breve, pues nos dirigimos al parque Maruyama para hacer un alto en el camino y repostar (¡¡¡que nos han dado ya las horas de comer!!!).
Barriga llena y rumbo norte al templo Chion-in, sede principal de la secta budista Jodo y que curiosamente hoy se hallaba de celebración especial. Este templo es accesible a través la puerta San-mon, la más grande de Japón, y se conforma de un gran complejo de edificios.
En el edificio central, el cual posee un altar de oro, nos sentamos zapatos en mano (o en bolsa) a escuchar los curiosos rezos y graves cánticos entonados por un buen puñado de monjes Jodo a puntito de llegar al éxtasis (y nosotros a la siesta).
Un garbeo por el recinto para descubrir que la mitad está en restauración y la otra está en la cima de unas escaleras interminables.
Más al norte casi salimos de Higashiyama y nos metemos en una zona bastante más occidental, donde se encuentra la biblioteca de la ciudad y los museos de arte y arte moderno. Tras ello nos topamos con un gigantesco Torii rojo (uno de los más grandes de Japón), que da paso al santuario de Heianjingu, construído a finales de siglo XIX para conmemorar el 1100 aniversario de la fundación de Kyoto e intentar levantar los ánimos de la población tras el traslado de la capital a Tokyo.
Sus edificios principales tratan de reproducir a pequeña escala el palacio imperial de Kyoto y tras ellos se encuentra un jardín por el que no queremos pagar 600 yenes para entrar a verlo. Si el resto del paisaje fuera feo los pagaríamos, pero como no es el caso...
Entramos en Sakyo, un barrio del norte que acoge el sendero de la filosofía (Tetsugaku no michi), un agradable paseo junto a un canal de río Kamo donde los cerezos en flor te asaltan a cada paso y el hanami (florecimiento de los cerezos) ese ve en todo su esplendor. Este camino debe su nombre al profesor de filosofía de la Universidad de Kyoto, Nishida Kitaro, quien recorría este paseo cada día para mantener en forma cuerpo y mente (desconocemos si tomaba bífidus activos de cuando en cuando. Soja seguro que sí).
En este camino plagado de templos y de colegios, entramos en el templo Nanzen-ji a través de la colosal puerta San-mon, erigida para conmemorar a los caídos en el Asedio del Verano al castillo de Osaka.
A su lado el acueducto de ladrillo rojo construido en 1890, una de las primeras obras de ingeniería occidental introducidas por la restauración Meiji y que formaba parte de un proyecto de canal que permitiría traer agua y víveres desde la prefectura vecina de Shiga.
A estas horas (17:30 aprox.) los templos ya están cerrados, así que decidimos completar el paseo junto al canal disfrutando de una tarde deliciosa. En este trecho nos topamos con unos agradables angloparlantes con los que nos hacemos unas fotos y con un segoviano-madrileño residente en Milán, con quien compartimos brevemente nuestras impresiones del país.
El día se va acabando y nosotros hambrientos y cansados, así que nuestra penúltima parada es el Musashi sushi, donde por 950 yenes nos llevamos una caja repleta de sushi para cenar en el hotel. Devolvemos las bicis con ansia y rumbo a nuestra habitación a comer pescaditos de colores.
¡Hasta mañana!
1 comentario:
Habéis disfrutado de los lindo. El tiempo os ha acompañado. Las bicis han sido muy buena idea sobretodo porque os dan movilidad y al mismo tiempo veis mejor el paisaje y os da posibilidad de contactar más con la gente.
El nº de los pijamas, ideal, chulísimo.
Haber si os sigue acompañando el buen tiempo.
¿Ese es el último hotel o vais a hacer centro en otro lugar?
Muchos besos y abrazos.
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