jueves, 11 de agosto de 2011

Rescatando Grecia: Viaje a Santorini (....y VII) Pyrgos y visita de lujo.


Ondea una bandera en Pyrgos.
Es nuestro último día en Santorini. Mañana, a las 7:00 de la mañana, sale nuestro avión hacia España, alejándonos de los atardeceres románticos, los gyros que saben a gloria y las playas de cristal azul. Quedaba por visitar Pyrgos, un pueblecico en mitad del monte, lejos de la costa y de la mayoría de los turistas. 

Pasamos por él hace unos días con el coche, de camino a las ruinas de Akrotiri que no pudimos ver, y nos pareció que podría ser un destino interesante. No nos equivocábamos. No tener playa hace de Akrotiri casi un bastión contra el turista mononeuronal que salta de la playa a la tienda de souvenirs y viceversa. De hecho, hasta tiene un castillo (o lo que queda de él) en su parte más alta, lo que te obliga a darte la enésima panzada de escalones para visitarlo.
Palacete veneciano y mocete jerezano.
Pyrgos te da la bienvenida con un palacete veneciano situado a su entrada, en la parte más baja del pueblo. Aparcamos en él después de que una griega con mala leche nos espolease en las curvas de la carretera con un puñetero citroen dos caballos. El palacete es muy mono por fuera, pero está cerrado al público, por lo que suponemos que estará cochinete por dentro.
500 cc. (en el cesto portaequipajes, claro)
Lo mejor del pueblo está por venir. Avanzando un poco más con el coche se llega a una especie de rotonda céntrica con alguna que otra tienda, bar y aparcamiento. Ahí nace una larga escalera cuesta arriba que acaba en el castillo. Es un camino muy bonito de recorrer, ya que atraviesa el pueblo subiendo por la ladera del monte, permitiéndote disfrutar de las casas, callejuelas e iglesias típicas de la isla, todo ello con casi ninguna tienda de souvenirs. 
Cuesta arriba e iglesia al fondo.

Vistas a media altura.

Monumento, iglesia y cable de la luz. 
Un pasadizo entre casas.

Las flores decorativas abundan en las fachadas de las casas.

Cada vez más arriba.
Una vez arriba la recompensa es inmejorable. Puedes ver el cruasán al completo, de punta a punta, tanto por la cara este como por la oeste. El viento azota y se agradece, porque apaga el calor del sol que pega como de costumbre. Una callejuela muy estrecha rodea el castillo, ofreciendo varios puntos diferentes desde los que disfrutar de un paisaje precioso.
El cruasán.

Pyrgos y la puntica inferior del cruasán al fondo.

La diosa en Pyrgos. Viñedos a mansalva al fondo.

A través de un ventanuco.

Típica cúpula de iglesia.

Parejita feliz y cable de la luz.

Un callejón hacia un riquísimo frappé.

Torreón de una iglesia.
De camino al coche encontramos a unas dependientas tomando un frappé, lo que nos sedujo incontrolablemente. Encontramos un pequeño café tras el torreón de la foto de arriba, en el que la señora que se ve en la foto nos puso un estupendo café helado para compartir. El sitio no tiene desperdicio. Es una pequeña cafetería, donde también dan comidas, con cuatro mesas contadas y la pared repleta de fotos de turistas que han pasado por allí. La terraza es pequeña, pero el sitio es inmejorable.
El frappé salvador.

Típico techo abovedado de una casa, que frecuentemente sirve como acera y/o balcón.
Volvimos a Kamari con una sonrisa de oreja a oreja. Pasamos el resto de la mañana en la playa, comimos gyros en la piscina y dormimos una buena siesta. Al atardecer salimos a despedirnos de la playa. Pitu tuvo la gran idea de dar un paseo inolvidable con los pies descalzos por el agua de la playa, lo que se convirtió en los 20 metros más dolorosos que mis pies recuerdan.
El agua y los chinos.

El monte tras las sombrillas de Kamari.

Es muy bonito, pero duele.

Mejor con las sandalias puestas.

La luz se va poco a poco.

La noche llega a Santorini y las sirenas salen del mar.
Aunque lo cierto es que el paisaje era precioso. Nos anocheció en las rocas de la playa para que pudiéramos despedirnos de ella de la mejor manera posible. Haciendo tiempo, vimos aterrizar el avión en el que venían unos acompañantes de lujo para la última noche. Un rato más tarde y unas cuantas vueltas por la zona costera del este de Santorini, dimos con su hotel y pudimos recogerles para ir a cenar al paseo de Kamari.

Españoli, españoli!!!

Kleftiko de segundo.

Raspberrytini de tercero.

Volare!!!
¡Españoli, españoli! Gyros, feta al horno y tomatoballs de primero, kleftiko de segundo y copichuelas de postre para recibir a Cris y a Sito. Muchas gracias por hacernos tan divertida nuestra última noche, que de otra forma habría sido mucho más nostálgica. La próxima quedada en Turquía por lo menos, ¿eh?

Una siesta de hora y media, de 4:00 a 5:30 de la mañana, sirvió para darnos un descanso antes de ir al aeropuerto. Hasta siempre, Santorini.
¡Hasta el próximo viaje!

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