Habiendo sido requerido por sus alumnos para tal efecto, el filósofo Pirrón, padre del escepticismo y viajero curtido en numerosos periplos junto a Alejandro Magno, argumentó largo y tendido sobre lo pernicioso de la sed del ser humano, ya fuera sed de conocimientos - que una vez bebidos traen sabor a desgracia e infelicidad -, sed de poder - que no se sacia nunca, ni aún bebidos cántaros de victorias- , o sed de riquezas - sólo calmada al beber las aguas negras de los pozos de la soledad.
Al finalizar, el más joven discípulo que allí se hallaba, Timón, levantó la mano tímidamente y con la voz entrecortada afirmó: "Profe, tengo pis."
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